jueves, 25 de noviembre de 2010

A BAILAR EN EL BUS ESCOLAR (sapo de otro pozo)

De pronto me sentí Rodolfo, el chofer del autobús de mi primaria. Era una situación similar, en vez de niños de 6 a 10 años que iban al colegio, yo llevaba a adolecentes, que en vez de ir a inundarse con sabiduría iban a pasar un grato momento en un local bailable. El MB 1114 ahora era un auto familiar completo de olores que variaban desde transpiración, pasando por  perfumes y maquillaje.
Los adolecentes eran mis dos hermanas, mis dos primitos y la novia del mayor de ellos. Estaban muy contentos excitados por poder entrar a la discoteca. Y así fue, como me encontré en un lugar donde el promedio de edad era al menos 5 años menor al mío, donde las hormonas estaban en un grado de ebullición tal que me resultaba muy gracioso. Me reí. Pero no de ellos, me reí de mí, y de lo que alguna vez fui.
Este sentirme tan “grande” para el lugar en cuestión me llevaó a sentarme en la barra y, Campari con naranja, mediante observar a los movimientos de la población concurrente al boliche. Cabe destacar que no estaba en Villa Carlos Paz, ciudad turística por excelencia, pero en este caso era un fin de semana muy de los “locales”. Si bien esta bella ciudad a las orillas del San Roque es de un tamaño considerable, no deja de tener una lógica pueblerina, en el sentido del “todos se conocen con todos”. Era admirable ver cómo los grupos de adolescentes pasaban y se saludaban, casi todos con todos.
Y  así fue pasando la noche, de a poco me iba sintiendo más cómodo. No voy a mentir, los Campari y la buena onda de la barwoman ayudaron.  Yo sentadito en la barra de Molino Rojo era como un sociólogo haciendo un trabajo de campo en una cultura ajena.
Igualmente ya algo que me pasa en la provincia de Córdoba, el tema del “culiado”, obviamente se entona algo así como un “culiá”, lo cual lo hace muy similar a mi nombre (Julián).  Digo esto porque me la pase la noche pensando que la gente me llamaba, cosa que obviamente no sucedió.
El sueño me fue ganando, junté a los escolares y otra vez me calcé la ropa de Rodolfo, pero esta vez en camino de regreso.  Ya había pasado. No fue tan duro, voy a admitirlo, la pasé bien.

Julian Perruccio
Taller Crónica Periodística ECuNHi

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