martes, 19 de abril de 2011

UNA TARDECITA MUY ESPECIAL


Martes a la tardecita, como se le dice a ese horario que no se sabe muy bien cuál es, media tarde y cerca del anochecer: las 6 de la tarde exactamente es el horario en el que somos invitados y allí llegamos puntualmente. El público participante del que formo parte y ellas, que llegan en camioneta con bastante puntualidad.
La convocatoria se anuncia como “Pueblo en Acción” y es una serie de actividades propuestas para la semana de la Memoria. Las convocantes son las reinas del lugar, las Madres. El lugar es en el Espacio Cultural Nuestros Hijos, aquel otrora tenebroso lugar que se va transformando, aunque aún lo llamemos ex Esma, nombre imborrable en nuestra memoria.
En esta ocasión, una oferta que resuena casi misteriosa: asistir en varios actos a un proceso de transformación, lo que despierta mucho mi curiosidad.
En primer lugar habla la artista plástica que, como ella lo dice,: “Le da un sentido a la tierra cocida”. Un friso de cerámica que se inaugura para trazar una secuencia de derecha a izquierda, casi a contramano, una secuencia de la transformación que Anabella Vozzo interpreta a partir de las sensaciones que le ha despertado el lugar. Una serie en la que le da sentido al horror, belleza que la artista ha moldeado con sus manos.
Un segundo acto, la colocación de un cuadro, en la biblioteca que lleva su nombre, del poeta popular Hamlet Lima Quintana. Un acto casi instantáneo que precede a un hecho muy particular.
Para terminar el tercer y último cuadro, la acción central de la jornada.
Con una audacia infinita, como nos lo vienen enseñando desde hace mas de 30 años, las Madres se han propuesto un acto de transformación y en ese sentido es casi poesía. Una poesía en la que se capta un inmenso amor, de eso somos testigos. Un acto de amor, que conmueve.
Casi como presentando un hecho de magia las Madres se han propuesto que unas armas de guerra se transformen en los bustos de nuestros próceres más admirados, San Martín, Moreno y Belgrano. La selección no ha sido arbitraria.
Unos tanques de guerra han sido desplazados nuevamente hasta este predio. Produce escalofrío pensarlo. Enormes, medio grises y medio oxidados, por el paso del tiempo y el desuso, regresan a un lugar familiar, la imagen es casi siniestra. Estos esperpentos metálicos, reintegrados despiden un frio helado que nos atraviesa como rayo, trayendo el recuerdo de aquello imposible de olvidar, esas 5.000 víctimas de la peor calaña humana, de las que no se ha vuelto a saber, impensable destino de los que necesitan descansar en paz. Sin embargo, en esta ocasión lo nefasto toma otra dimensión, estos armamentos portan flores en sus extremos, ¡increíble!
El monstruo va siendo mutilado y al contacto del soplete con el metal emana un intenso olor que perfuma todo el lugar. Sus partes luego irán a fundirse para transfigurarse, como la cenicienta. Las doce campanadas no sonarán, éste es un sueño que se hará realidad.
Asistimos en silencio al espectáculo, mientras se escuchan unas milongas que acompañan el ruido que produce el trabajo.
“Las tardecitas de buenos aires tienen ese no se que”... esta tardecita muy en especial, un acto de transformación, del odio en amor, del dolor personal en justicia y solidaridad para todos. No es cualquiera la evocación del inicio de Balada para un Loco. Ellas, a las que les decían “locas”, las Madres, nos vuelven a entregar un nuevo sentido colectivo, ¡¡¡ inolvidable!!!!