lunes, 13 de diciembre de 2010

BICENTENARIO

Son las nueve de la mañana, y el sol de otoño no llega todavía a pegar de este lado de la 9 de julio. Estoy a la sombra de los edificios, sentado en un banco negro salpicado de cagaditas de paloma, bastante áspero por el deterioro de la lluvia, y frío como para helarte los huesos. Los árboles del bulevar son altos y oscuros, de ramas largas y torcidas, pero casi que se pierden entre la fronda de carteles y baners gigantes que lo invitan a uno a viajar por el mundo o a mirar partidos del mundial en una pantalla de dos por tres centímetros, en módicas cuotas interminables.

Hay un viento fuerte que sacude los árboles y las plantas tropicales de los canteros: agapantos, clivias, heliconias, de esas que dan flores naranjas o violetas de formas exóticas, pero que parecen desencajadas y traídas de otro mundo; implantadas en esta jungla de humos negros y bocinazos. Y entre las plantas y los canteros, vuelan, se arrastran, se amontonan en un rincón, cantidad de papelitos y bolsas y vasitos; restos de la vianda atolondrada y la descuidada higiene de la gente, que ni los mira, cuando pasa, mirando al suelo. Ni a los papelitos ni a ellos, que están ahí, detrás de aquel banco, contra la parecita. Debajo de esa manta que se mueve, de la que asoman algunos pies descalzos, y que tienen por único escudo contra el frío y contra el ruido.
.
El ruido, el ruido es indescriptible, prácticamente indistinguible en esa forma de avalancha que aluviona en los oídos. Bocinas de todo tipo, desde las de motoneta que me hacen acordar al correcaminos, hasta las de colectivos que parecen barcos; motores que arrancan y van aumentando el estruendo como si fueran cohetes en despegue, o esos que tocen y escupen explosiones y parece que no arrancaran nunca; sirenas de ambulancia, de policía, de bomberos, que no terminan de pasar entre las filas de autos; músicas: quizás un tango de fondo, saliendo de alguna disquería, obligadamente fusionado con la cumbia al taco de algún cero kilómetro, o con un tecno estridentemente noventoso que sacude una cuatro por cuatro. Todo eso mezclado, y relleno con los graves del subte que cuando pasa, hace temblar el suelo, genera la sensación de un alud, de un derrumbe que no acaba de caer sobre nosotros.

Y debajo de esa manta que se mueve, asoma ahora la cabeza de un chico de unos catorce quince años. Tiene el pelo negro y duro, y todo parado del lado del piso. La cara mal dormida todavía lleva las marcas del frío en los labios morados y de los surcos del cemento en un cachete. Se sienta y un poco que se envuelve con la manta, pero enseguida recibe un tironazo y la queja de otro que intenta seguir durmiendo. Entonces se calza la capucha y un par de zapatillas viejas de marca, y se levanta tambaleando como un potrillo recién nacido. Tiene las piernas entumecidas y la mirada hinchada, pero se le distingue a pesar del sueño ese aire de felino al acecho. Me detecta y camina hacia mí, lleva en la mano uno de esos vasitos térmicos de telgopor que juntó del piso para pedir un café en el kiosco. Cuando me pasa por al lado me pide una moneda, y como no me ve muy convencido, arremete con un cigarrillo. Se lo doy.
Que hijos de puta, me dice, ya no dejan dormir.

No, no se refiere al aluvión sonoro de todos los días, al que ya tiene el insomnio más que acostumbrado; son los golpes de martillo y el armado de estructuras. A pocos metros, sobre el asfalto de la 9 de julio y a lo largo de casi diez cuadras, en un tremendo despliegue de caños y camiones y grúas montacargas, están comenzando a preparar  el escenario para el festejo de los doscientos años de la patria.

Tomás Larrea
Taller Crónica Periodística ECuNHi

domingo, 12 de diciembre de 2010

AL PASTO (con cariño y medio zafado)

La mañana se presentaba diáfana. Invitaba a sentarnos en el pasto, que en algunos lugares se encuentra parejo y está además salpicado por distintas variedades de yuyos. Éstos y los otros también difieren en formas y tonos abarcando casi toda la gama desde el verde ennegrecido hasta uno bastante claro. El cielo despejado lo hacía posible merced al astro rey.
Aunque no está en el cénit por la época del año, nos regala un calorcito que invita a reposar y a conversar y, porqué no, a pensar y a soñar en una salida de campamento, tal el aporte de algún compañero del grupo. Gracias a vos, Sol, que días antes te engalanaste vistiéndote de color naranja, regalándonos un magnífico espectáculo y  escondido detrás de una cortina de nubes, cual velos de odalisca contoneándose con su cintura.
Te despojabas como ella, paseándolas delante de tu cuerpo, dejándonos adivinar el contorno brillante de tu forma. Y así, sin pensarlo siquiera, uno se sumerge en la ensoñación y se trepa al tren de la fantasía.
 Ésta crece y se agiganta, se generan furtivas miradas, se pronuncian palabras que se caen de la boca, casi sin mover los labios, se adivinan gestos de complicidad…a todo esto pueden acceder sólo los protagonistas, los soñadores, los amantes, el Mundo es de ellos.
Sin dudas, el roce del viento suave y calentito sobre los cuerpos, semeja una caricia erógena.
Ya se disparó la pasión, el vértigo macho-hembra, hombre-mujer. Brota y se huele el sudor que fluye por todos los poros de los cuerpos involucrados al comprometerse en esa necesidad vital y animal, que con mayor o menor frecuencia nos convoca a todos los seres humanos.
Pensamientos y acciones placenteras, arrebatadoras y de pasión intrínseca, que acompañan la libido al cruzar ésta el umbral sensorial y se funde con el torrente  sanguineo obligando  al corazón a bombear mas sangre “que por cornada de toro”.
Así, se involucran los cuerpos, sus bocas, sus manos, sus piernas, todo con todo.
Prisionero de la fantasía se sorprende, cuando alguien le toca el brazo y le dice: a vos te toca leer.
                                                                                                                                                                                         
Raúl Piatti
Taller de Crónica Periódistica ECuNHi

viernes, 26 de noviembre de 2010

HONDANADAS

Pasaron 4 años. ¿Donde están todos? Es que sus bocas se llenaron de comida? O es que sus gargantas están aseguradas? 
En que diario salió, ah… es que ya no salgo? Claro… no soy noticia.
Para una parte de la población ya fui, pero para otra estoy, como siempre lo estuve, entero jugándomelas. Y aquellos que serán ahora, en esta época, los locos y locas  que piden aparición con vida? mi vida.
El sol nos acompaña, el viento sopla leve formando mi imagen. Mientras esté en esa gente, no desvaneceré. Yo he cantado muchas veces esa canción:
 “ahora, ahora resulta indispensable….  indispensable?
Como me hubiera gustado florecer más coros, pero me tragaron en septiembre y me fueron como el invierno. Pero si me recuerdas y exclamas, y riegas la memoria día a día, siempre floreceré en septiembre y ya nunca moriré.

Natalie Naveira
Taller Crónica Periodística ECuNHi

jueves, 25 de noviembre de 2010

A BAILAR EN EL BUS ESCOLAR (sapo de otro pozo)

De pronto me sentí Rodolfo, el chofer del autobús de mi primaria. Era una situación similar, en vez de niños de 6 a 10 años que iban al colegio, yo llevaba a adolecentes, que en vez de ir a inundarse con sabiduría iban a pasar un grato momento en un local bailable. El MB 1114 ahora era un auto familiar completo de olores que variaban desde transpiración, pasando por  perfumes y maquillaje.
Los adolecentes eran mis dos hermanas, mis dos primitos y la novia del mayor de ellos. Estaban muy contentos excitados por poder entrar a la discoteca. Y así fue, como me encontré en un lugar donde el promedio de edad era al menos 5 años menor al mío, donde las hormonas estaban en un grado de ebullición tal que me resultaba muy gracioso. Me reí. Pero no de ellos, me reí de mí, y de lo que alguna vez fui.
Este sentirme tan “grande” para el lugar en cuestión me llevaó a sentarme en la barra y, Campari con naranja, mediante observar a los movimientos de la población concurrente al boliche. Cabe destacar que no estaba en Villa Carlos Paz, ciudad turística por excelencia, pero en este caso era un fin de semana muy de los “locales”. Si bien esta bella ciudad a las orillas del San Roque es de un tamaño considerable, no deja de tener una lógica pueblerina, en el sentido del “todos se conocen con todos”. Era admirable ver cómo los grupos de adolescentes pasaban y se saludaban, casi todos con todos.
Y  así fue pasando la noche, de a poco me iba sintiendo más cómodo. No voy a mentir, los Campari y la buena onda de la barwoman ayudaron.  Yo sentadito en la barra de Molino Rojo era como un sociólogo haciendo un trabajo de campo en una cultura ajena.
Igualmente ya algo que me pasa en la provincia de Córdoba, el tema del “culiado”, obviamente se entona algo así como un “culiá”, lo cual lo hace muy similar a mi nombre (Julián).  Digo esto porque me la pase la noche pensando que la gente me llamaba, cosa que obviamente no sucedió.
El sueño me fue ganando, junté a los escolares y otra vez me calcé la ropa de Rodolfo, pero esta vez en camino de regreso.  Ya había pasado. No fue tan duro, voy a admitirlo, la pasé bien.

Julian Perruccio
Taller Crónica Periodística ECuNHi

miércoles, 24 de noviembre de 2010

ESPEJO

La consigna es mirarse en un espejo, detenidamente, y luego describir qué nos devuelve esa mirada atenta.

martes, 23 de noviembre de 2010

YO SOY EL QUE ME MIRA

No es fácil, después de mirarse durante cinco minutos al espejo, escribir lo que se ve de uno mismo.
Una salida rápida podría pasar por una mera descripción, destacando algunos rasgos, del tipo: “unos ojos oscuros, realzados por las cejas fuertes…” y agregando algunos toques poéticos como para darle sabor.
Pero acá estoy yo, y yo soy el que me mira, y el que me mira corre con algunas ventajas. Puede leer en mis rasgos, en mis gestos, diversos detonantes. Sabe que mi ceja levantada, y ese temblor en el párpado inferior de mi ojo derecho, responden a las uñas de Melón: un hermoso gatito de dos meses y medio que trepa por mi rodilla mientras escribo. Sabe que soy lento para escribir y que eso me molesta, por eso estoy serio. Sabe que sonrío poco porque no me gustan mis dientes y que sin estos bigotes mi sonrisa es la de un niño.
Me río de esto y por fuera de los bigotes aparecen los hoyitos delatadores. Entonces vuelvo a la expresión seria y no me la creo. Mi cara no es la de un tipo serio. Tampoco da los treinta años que tengo.
Pero ya estoy volviendo demasiado a ser yo, y no te olvides que yo soy el que me mira; ese que cree que sabe todo de mí, ese que tiene mis mismos ojos. Aunque mi ojo derecho lo tiene de su lado izquierdo, y eso es algo que él no puede ver. Una desventaja que corre de mi lado: la de no poder verme con mi ojo derecho en mi lado derecho.
Creo que me encerré…
Una segunda salida, un poco más lenta, podría ser un desdoblamiento del “yo”, como el que acabo de intentar, para no hacerme cargo de lo vueltero que soy.

Tomás Larrea
Taller Crónica Periódistica ECuNHi

lunes, 22 de noviembre de 2010

ESPEJITO, ESPEJITO

Él usa anteojos que no están del todo derechos. Sus ojos son marrones. Sus cejas son tupidas, bastante. Ojeras pronunciadas se dejan ver bajo sus .
Si nos movemos por su cara ascendentemente observamos una separación importante entre sus cejas, las tupidas, y su pelo.  Sí una gran frente que parece tener pretensiones de seguir creciendo, gracias a sus pronunciadas entradas. Su pelo corto, que no está peinado,  es color marrón (¿como los ojos? No otro marrón, más oscuro)
En forma descendiente desde los ojos encontramos su nariz. Allí está ella más ancha que larga, con un tamaño como para respetarla. No es de esas personas por las que se les puede apodar de narigón, pero es percibible   que su envergadura no es poco pequeña. Sigo bajando por su rostro, antes de la boca está ese espacio donde se encuentra  barba que todavía no llega a categoría de tal, ya que solo debe tener unos 4 o 5 días.
Tiene la boca cerrada, puedo ver que su labio inferior más grueso que el superior tiene una coloración rozada profunda.  Debajo de esta boca hay una parte del bello facial que sí parece estar adrede más largo que el anteriormente mencionado, formando un triángulo  casi equilátero en forma de chivita.
Terminando la descripción agrego que luce un aro en su oreja derecha, y su pera termina en forma redondeada.

Julián Perruccio
Taller Crónica Periodística ECuNHi

domingo, 21 de noviembre de 2010

IMAGEN EN EL ESPEJO

¿Qué ves?
Años…. ¿Soy yo?
No sé cuándo me pasó pero nunca antes tuve esta sensación y certeza del paso del tiempo.
Arrugas que no me gustan, el rostro de una mujer grande. Cuando pasó?
Tantas cosas quedan atrás y ya no vuelven, me llena de tristeza.
Qué no daría por tomar la mano del notito una vez más, su voz no la recuerdo y su imagen es borrosa pero esa sensación de protección y ternura está en mi alma.
Qué no daría por jugar con mis hijos chiquitos otra vez, abrazarlos y hacerles cosquillas.
O tener 15 años y ser el centro de una fiesta.
Parece extraño todo esto que siento, tengo una vida llena de amor, hijos y proyectos pero hoy estoy triste.

Analía Rovtar
Taller de Crónica Periodística ECuNHi

sábado, 20 de noviembre de 2010

LOS ESPEJOS DEL TIEMPO

El espejo me permitió detener mi atención en detalles en los que no suelo fijarme normalmente. Diariamente me veo en el espejo, por lo menos tres veces: a la mañana, cuando me levanto y voy al baño; a la tarde, antes de salir de casa; y a la noche, cuando me lavo los dientes y vuelvo a reencontrarme con mi reflejo. Pero ese detenerme a mirar, observar, y encima tener unos minutos para reflexionar no creo haberlo hecho. Es fantástico lo que me pasó cuando me miré y, asimismo reflexioné a partir de mi rostro.
Mi rostro tiene algunos surcos marcados por el paso del tiempo, eso lo sé, pero delante del espejo redondo de bolsillo mi piel no se veía tersa, como imaginaba que debería ser a mi edad. A los laterales de las comisuras de mis labios, cuando sonrío,  se dibujan dos canales curvos que recorren mis mejillas. “Una sonrisa entre paréntesis”, pensé cuando vi el reflejo. Una paradoja precisa, porque mi vida sería absurda sin mi sonrisa. Me gusta reír. Siempre tomé al humor como una herramienta. Muchas veces fue la solución para salir de alguna situación incomoda o difícil de resolver.
Una vez escuché a un humorista que decía que con el humor se pueden naturalizar las situaciones más trágicas; al caricaturizarlas se hace más sencillo sobrepasarlas. Creo que me pasa un poco eso. Me río mucho del ridículo, me da mucha gracia: mí ridículo. Por ejemplo: clavar la mirada en el reflejo de mis ojos, perderme en la inmensidad de mi propia pupila y distraerme con los pequeños pliegos de piel que se encuentran por debajo de mis ojos me divierte. Y fue entonces que sucedió, me dio risa pensar en la idea de tener los ojos subrayados por alguna arruga como si fuese un título. Me dio risa porque es ridículo y precipitado pensar en las arrugas. Pero por algo me había fijado.
Esa risa fue sólo un disparador, porque cuando reí se posaron, paralelas a mis cejas, cuatro líneas. Dos de cada lado, a la altura de los ojos. Las denominadas vulgarmente patas de gallo estaban sugiriendo unos ojos entre comillas. Frunciendo aun más el rostro ví que sobre mi frente quedaban renglones sin escribir. Me reí y esa risa actuó como un interruptor que encendió una especie de proyector cinematográfico en mi cabeza. Entonces comencé a imaginar como sería, o como será mi vejez, el rostro de mi vejez.
Todo lo contado transcurrió en un lapso de dos segundos. A veces creo que al  tiempo habría que buscarle otra unidad de medida, se debería medir por “vivencias sentidas” por ejemplo. Hay momentos en los que hasta los instantes son eternos, por ejemplo en esos dos segundos en los que mi reflejo se perdió unos 60 años.  Entonces, ya con 85 años sobre el espejo me noté un rostro muy literario: los renglones que sujetaban mi frente estaban escritos, no llegué a leer pero eran muchas frases; en el medio del rostro un titulo subrayado, “los ojos”; y debajo, la sonrisa. Mi eterna compañera ya no se encontraba entre paréntesis, el tiempo los había tachado con un lápiz aun más fuerte tiempo atrás dejando tachones en toda la cara.
Así fue la postal que me dejó el espejo, un viejo divertido, alegre, feliz y comprometido con sus recuerdos; Con cada uno de ellos.

Manuel Poceiro
Taller de Crónica ECuNHi

viernes, 19 de noviembre de 2010

LA EXMA

Es pleno otoño. La mañana de buenos aires parece de sábado: está semi soleada, el aire corre apenas fresco despertando en la cara y las calles están tranquilas, hay menos gente. Aunque una hora de colectivo alcanzó mis límites de sociabilidad y no logró despabilarme, algo me quita el sueño.
Estoy entrando a la ex Escuela de Mecánica de la Armada (EXMA) y es inevitable para mí pensar en los secretos, en las voces y las sombras, el terror y la tristeza que guardan las paredes de esos edificios; a pesar del silencio, teñido por el viento y el canto de los pájaros. Avanzo. El rumor del aire entre las copas de los árboles que galerían sobre una de las calles internas, el rozar de las suelas de mis zapatillas contra el asfalto, el respirar profundo de mi andar acompasado, me acompañan. Estoy sólo. Camino durante unos doscientos metros que podrían ser mil, o un millón, hasta llegar a la entrada del ECuNHi, el espacio cultural de las madres.
Antes de entrar: es inevitable para mí pensar en este silencio, teñido por el viento y el canto de los pájaros; en el hecho de estar viniendo un sábado a la mañana, y la posibilidad de asistir a un curso de relato periodístico en este espacio; a pesar de los secretos, de las voces y las sombras, del terror y la tristeza que guardan las paredes de estos edificios.

Tomás Larrea
Taller de Crónica Periodística ECuNHi

jueves, 18 de noviembre de 2010

ENTRAR AL ECuNHi

Se daba seguido, los domingos soleados íbamos a la costanera al lado de aeroparque  a ver a los aviones. Papa nos levantaba, armaba la viandita, y arrancábamos con el Fiat 147 cremita, modelo 92. El recorrido era siempre el mismo,  cantábamos o hablábamos de algo animadamente. Pero estaba siempre ese momento en el que todos nos callábamos y mi hermana o yo preguntábamos más acerca de ese lugar del que algo sabíamos. Era la única parte del recorrido que el día se nublaba, que no tenía la alegría de momentos anteriores y posteriores.
Después de 15 años tuve que entrar, nunca dejó de ser el lugar que me nublaba los días soleados. Mi respeto hacia la ESMA es enorme, respeto por la carga simbólica que contiene ese predio, el cual fue el campo de detención, tortura y exterminio por excelencia de la, por suerte, última dictadura cívico militar que sufrimos los Argentinos.
Crucé el portón de hierro,  solo quince pasos me bastaron para encontrar esas sensaciones que me invadieron desde pequeño, en parte porque los arboles me taparon el sol del día hermoso que hacía. Pero también el silencio, esa ciudad que andaba bulliciosa a mis espaldas se apagó, quedé solo  caminando pausadamente por las calles en aquel lugar que me pareció, de principio, tenebroso.
Cada paso que daba, más emociones me recorrían. Ver los edificios con sus amplias aberturas, me llevaron a recorrer historia que alguna vez  tuve la posibilidad de leer, en el Nunca Más y otros escritos. Por mi cabeza pasaban gritos, ruidos de coches, voces de mandos militares, ráfaga de tiros de metralla, pisadas de botas. Pensamientos en tonos sepia, terroríficos.
Sin darme cuenta llegué, y allí estaba el estandarte con el característico pañuelo de las madres, el cual carga con miles de significaciones, de lucha inquebrantable, de paz, de amor. De repente el tono sepia desapareció, el sol volvió a salir, ahora escuchaba los pájaros. Me di cuenta que una batalla mas estábamos ganando, la batalla de los símbolos.

Julián Perruccio
Taller Crónica Periodística ECuNHi

miércoles, 17 de noviembre de 2010

MI INGRESO AL ECuNHi

Sabía que había elegido ese lugar, que no era una casualidad la que me había llevado hasta allí. El sol salió esa mañana, pero al llegar a la urbe porteña el clima había cambiado, el día se puso gris, ventoso, las hojas caídas de los árboles, signos del otoño, se envolvían en remolinos elevándose en el aire.      
Distraída por las peripecias llevadas a cabo para llegar a destino, sin advertir que me acercaba, me encontré invadida por una sensación de vacío en el estómago, unas cuadras antes. Una vez en la puerta de entrada, me detuve ante la inmensidad del edificio. Para ingresar tuve que empujar con las manos una pesada puerta de rejas, color negra. Al  primer lugar que se dirigieron mis ojos fue al cielo, que estaba casi tapado por las copas de los árboles, que se entrelazaban, como unidos, formando un techo, lo que me hizo imaginar, por un segundo, que no debería filtrar el sol por allí.
Percibí  mucho silencio y caminé por ese sendero, mirando esa especie de casa que se dispone a lo largo de él. Mientras en mi mente se cruzaban imágenes, incesantemente, de distintas personas que habrían pisado ese mismo suelo, en tan distintas circunstancias. Las  sensaciones se volvían indescriptibles, producto de su intensidad. Las emociones parecían confundirse. Los metros del sendero no eran tantos y sin embargo los pensamientos se multiplicaban. De  esta forma, he intentando describir mi primer ingreso al ECuNHi. El primero, de otros que se sucedieron, distintos todos, ya que cada vez que cruzo esa pesada reja, nunca, pero nunca, lo hago de la misma manera.
Eliana Expósito
Taller de Crónica Periodística ECuNHi

sábado, 13 de noviembre de 2010

DESCRIPCIÓN DE UNA EMOCIÓN SIN EXPLICITARLA

Pasé la puerta y entre…
Mi respiración surgía entrecortada. Los músculos de las piernas se tensaban. Venían recuerdos en tropel, ausencias…sufrimientos, silencios, pausas oscuras, dolor…., dolor….
El cuerpo es memorioso, guarda en sus recovecos, jirones de historias pasadas.
Y surge lo cruento y la reparación.
El dolor y la esperanza.
Surge la transformación, como en una alquimia donde la ignorancia y la muerte se transforman en compartir la reconstrucción de nuestra dignidad.
Reparación….

Blanca N. Lema
Taller Crónica Periodística ECuNHi

martes, 26 de octubre de 2010

TESTIGOS Y PROTAGONISTAS

La consigna era escribir una crónica en primera persona, en presente, sobre un hecho en el que hayamos estado como testigos y/o protagonistas. El hecho tenía que haber sucedido en un espacio público y ser público. Con posterioridad hubo que ponerle título.
Esto fue lo que escribieron

VALIJAS

Estoy confundida. Se vende todo. Todo, todo. ¡Yo mis figus no las vendo! Pero bue… si hace falta plata lo hago.
Ya estamos preparados, aunque todavía no entiendo muy bien.
Nos fuimos en un auto, le dije adiós a mi adorada casita y adiós a mi perrito Cacique ¡te amo mucho! Espero que estas personas te cuiden bien. Yo sé que no te voy a olvidar nunca, aparte tengo hecho un tatuaje que hiciste con tu uñita en mi rodillita.
Uy… ¡cuánto alboroto! Mamá me dice que los abus viajan después. Este lugar es un lío, la gente va y viene como si no encontraran lo que buscan. ¡Vamos chicos, vamos! Y subimos a un micro enooorme ¿adónde vamos? Mamá nos tranquiliza, yo le acaricio su pancita que esta muy muy inflada ¡parece un huevo apunto de estallar!
¡Qué calor! Mamá sopla mi frente mojada.
¡Mirá que hermoso! me dice. Yo igual no entiendo, aparentemente llegamos a lo que sería nuestro nuevo hogar.
Estoy demasiado cansada, fue largísimo ¡por fin nos bajamos!!
Esto está raro… no comprendo ni una sola palabra ¿en qué hablan?
Ya vas a aprender, me contestan, ya vas a aprender.   

Natalie Naveira
Taller de crónica periodística 
ECNuHi 2010

HOY ES MI CUMPLE

Hoy es jueves, me levanté temprano, con nervios, me tengo que apurar, voy a rendir el final de Francesa. No dormí bien a la noche, no pude terminar de repasar, miraba por la tele los disturbios de la gente enojada golpeando cacerolas, la gente gritando movilizada. Me quedé hasta tarde siguiendo lo que pasaba por la tele y no pude tocar más un libro. Me fui a la facultad. Mientras esperaba el llamado nos preguntábamos con otros cómo es posible que se tome examen mientras desde Rivadavia llegaban los ecos de la protesta.
Finalmente me llegó el turno de recitarle al profe lo que quería escuchar y de esto nada dije. Estaba apurada por llegar a casa. Hoy es el cumple de Lia, mi hija mayor y hay que preparar el festejo. ¡Qué festejo!
Ella siempre invita un batallón de amigos. Me pongo a terminar la torta y las cosas ricas para comer y pasan las horas. Lia dice: "pero no viene nadie" ¿cómo puede ser? hoy es mi cumpleaños, mientras se le caen unas lágrimas.
Hoy, el día de su cumpleaños, es 20 de diciembre, va anocheciendo y hay pocos medios de transporte, la gente salió a la calle a gritar "que se vayan todos".
Cuando Lia se repone de esta afrenta que le ha hecho la realidad, se va a la casa de un amigo para que la acompañe, ella también sale a la calle a gritar.
Mas tarde todos juntos vamos a cantar el feliz cumpleaños.

Vivian Palmbaum

viernes, 15 de octubre de 2010

LO QUE VEO. DESCRIPCIÓN.


Martes, mejor dicho miércoles ya, puesto que es cerca de la una de la madrugada.  
La  noche es muy fría, una especie de niebla dificulta ver a lo lejos. Típica noche de invierno, del crudo invierno del mes de Junio.
Me encuentro en la guardia de un hospital público de la provincia de Buenos Aires, más precisamente del distrito de Quilmes, cuando la realidad de pronto irrumpe de un modo tan crudo como este frío.
Es una joven, parece no tener más de treinta años, aunque es difícil precisar su edad, sus facciones son rígidas, como endurecidas, la tez morena contrasta con el rubio, casi blanco, del cabello, su contextura es pequeña, sobre todo para soportar tanto peso. El peso de tener que pasar una noche tan fría y cruda durmiendo en el hospital, con dos criaturas.
Ella es la que entabla la conversación y me dice -¿Hace frío doña? ¿No?...parece que va a helar. De esta forma me empieza a relatar que viene desde otro distrito vecino, porque el hospital de la zona donde vive estaba muy lleno. Que su bebé estaba bastante agitado y por eso lo tuvo que traer. Pero que ahora ya es muy tarde y los colectivos ya no pasan, entonces por eso se quedará a pasar la noche aquí. Con sus dos hijos, uno en sus brazos y el otro jugando y corriendo tal como si estuviese en un parque.
De pronto, la conversación se interrumpe, a raíz de que nuestra atención se desvía hacia un auto que frena de golpe y se sube a la vereda, donde estacionan las ambulancias.
Se abren rápido las puertas y el conductor baja a una mujer, que llora y grita, la lleva hacia adentro.
Mientras nosotras  nos preguntamos qué le habría sucedido: un accidente, supuse.
Al rato es trasladada, en una silla de ruedas, sus pies están desnudos y cubiertos de barro y a su lado una pequeña, que no alcanza los diez años, también descalza, con los piecitos completamente embarrados y las lágrimas asomando a través de sus ojitos asustados.
No tardó  mucho en llegar un patrullero y una mujer policía se dispone a hablar con otro policía, seguridad del hospital, se pasan datos y comentan que fue el marido de esta mujer el que la había golpeado brutalmente, lo hacen con terminología propia de la jerga y una naturalidad que sorprende.
Mientras que internamente el asombro, la angustia, la indignación, el espanto…se mezclan, de forma abrumadora y aumentan y penetran hasta calar en lo más profundo de nuestra alma.

Eliana Expósito
Taller de Crónica Periodística ECuNHi

jueves, 14 de octubre de 2010

JUEGO DE PALABRAS

La propuesta esta vez fue escribir un texto donde se cuente donde se considere un lector posible. Hablar sin "yo" ni "nosotros", e utilizar, al menos, una cita.
Y la complicamos un poquito más: ubiquen en el texto las siguientes palabras: mermelada, umbral, suspiro, frío, balcón, cinturón, tapiz, humedad, refinado, hendija.

LA ESPERA DEL ALMA

Estoy en una bolsa de carne y agua, tibia, conocida por nueve meses. Oigo el conocido tambor que me pulsa el movimiento…me acompaña desde siempre.
Tengo que emprender el viaje, suspiro, una fuerza me dice que tengo que ir por acá…o por allá. Mis huesitos del cráneo se cabalgan para poder pasar.
Nada hay más importante que seguir. Atravieso el canal, con humedad, me esfuerzo como una oruga, voy avanzando. Ella, me alienta con sus jadeos, me invita a atravesar…
Una hendija hecha de carne y sangre deja pasar una luz…, voy hacia el final de este laberinto.
Salgo y siento frío, unas manos desconocidas, grandes, me golpean en las nalgas, lloro y respiro.
Me vuelcan sobre un rostro con unos ojos que me sostienen. Esos ojos, suaves y acogedores como un tapiz cálido, me siguen, me envuelven como si fueran un cinturón que me quiere proteger y retener…como si intuyeran que nos quieren separar….
Presiento… sé en lo más profundo, que esos ojos son del tambor que pulsa la vida.
Otras manos, toscas, frías, se escurren como peces, me toman y me alejan. Mucho frío, desolación, vacío, mentira. Me pierdo… Me llevan lejos.
Pasó tiempo…. Estoy en una mecedora en un balcón, esperando, aletargada. Sobre la mesa, un resto de tostada con mermelada me espera.
Todo lo que me rodea es muy refinado y elegante. Pero no alcanza para cubrir mi deseo de aquellos ojos, mi nostalgia de infinito, de aquel tambor tan conocido, tan mío y necesario.
Espero…, espero…., espero….
A veces mi mirada se pierde a lo lejos, me cuelgo. Me voy por laberintos transparentes y largos… Desalmados se llaman a los que perdieron el alma. Así me siento.
Dejo mi rostro acá, pero yo estoy en otra parte. ¿Dónde? No se. Hay un hilo delgado que me separa en dos, me escinde. Una parte se quedo allá, en el principio de mi tiempo, presa de esos ojos y del tambor que me marca el son de mi vida, la cuna de mi origen. Esa parte mira con horror y tristeza el rapto.
La otra sigue con desgano, como si nada hubiera pasado, en lo cotidiano sin carozo, sin centro.

Blanca Nélida Lema
Dedicado a todos los hijos apropiados que esperan…, a las Marcelas y a los Felipes.

ASFALTO Y BARRO

Una hora de viaje hasta la otra punta de la ciudad, colectivo, subte y otro colectivo. En la misma ciudad, el lugar me queda lejos.
Hace frío y cuando te bajas del colectivo hay poco lugar donde repararse del viento.
Una línea de asfalto que pisás y se mezcla con el barro y el agua que llega desde otras calles que se atraviesan. Varias calles húmedas que cruzar para llegar.
A los lados casitas, casillas, no sé muy bien qué nombre darle a esas viviendas tan precarias en donde muchos comparten el mismo lugar, allí el balcón es casi una utopía.
Es una gran extensión de viviendas. En algunos sectores hay calles bien delimitadas, que a medida que avanzás se diluyen y se convierten en tierra y agua, barro.
Ahí, al costado, unas vías del tren de cargas, que cada tanto hace temblar todo a su paso.
Al lado de otras viviendas, parece una más a primera vista, con rejas en la puerta y ventana. En sus paredes se marcan hendijas y un tapiz de Boca que sobresale entre ellas. Cuando pasas el umbral, con restos de mermelada del desayuno, se extiende una gran mesa que es compartida por muchos que concurren al lugar. Unas 300 raciones de comida se sirven diariamente para los vecinos, que nada saben de lo refinado.
-Acá recibimos en su mayoría a las mamas y sus hijos y ayudamos a dar de comer para los que necesitan, dice Isabel acompañando un suspiro.

Vivián Palmbaum
Taller de Crónica Periodística
ECuNHi 2010

El rostro de la tierra


El rostro como una máscara tallada por el viento y el sol, observa la lente del fotógrafo. Su mirada de ojos polinesios con corneas partidas al rojo vivo del cansancio de quinientos años, en cierran las iris oscuras que no llegan a ser negras. Sus cortas pestañas superiores y la insistencia de las inferiores dejan ver su alma dolida y furiosa.
La nariz de tamaño normal, propia de su sangre continúa su expresión escondida de modelo turístico. La boca prefiera mantenerla cerrada, con sus labios sin carne, o con carne absorbida a su inferior, por le sufrimiento de la utilidad, por unas monedas para una foto gringa.  Su queja nos confirma que sus labios ejercen una presión por la cantidad de los poros fruncidos.
El pelo imaginamos negro azabache, lacio y corto por el uso cotidiano de su cholito cuzqueño.la piel no es más que el reflejo del trabajo diario bajo el sol seco de sus valles andinos. Tersa, una que otra marca de arruga por su gesto de dolor y alegría.
Parece aceptar que su imagen trascienda más allá de canto del universo, que viaja por el pensamiento humano para una nueva vida.

Adrián Camacho
Taller de Crónica Periodística
ECNuHi 2010