viernes, 26 de noviembre de 2010

HONDANADAS

Pasaron 4 años. ¿Donde están todos? Es que sus bocas se llenaron de comida? O es que sus gargantas están aseguradas? 
En que diario salió, ah… es que ya no salgo? Claro… no soy noticia.
Para una parte de la población ya fui, pero para otra estoy, como siempre lo estuve, entero jugándomelas. Y aquellos que serán ahora, en esta época, los locos y locas  que piden aparición con vida? mi vida.
El sol nos acompaña, el viento sopla leve formando mi imagen. Mientras esté en esa gente, no desvaneceré. Yo he cantado muchas veces esa canción:
 “ahora, ahora resulta indispensable….  indispensable?
Como me hubiera gustado florecer más coros, pero me tragaron en septiembre y me fueron como el invierno. Pero si me recuerdas y exclamas, y riegas la memoria día a día, siempre floreceré en septiembre y ya nunca moriré.

Natalie Naveira
Taller Crónica Periodística ECuNHi

jueves, 25 de noviembre de 2010

A BAILAR EN EL BUS ESCOLAR (sapo de otro pozo)

De pronto me sentí Rodolfo, el chofer del autobús de mi primaria. Era una situación similar, en vez de niños de 6 a 10 años que iban al colegio, yo llevaba a adolecentes, que en vez de ir a inundarse con sabiduría iban a pasar un grato momento en un local bailable. El MB 1114 ahora era un auto familiar completo de olores que variaban desde transpiración, pasando por  perfumes y maquillaje.
Los adolecentes eran mis dos hermanas, mis dos primitos y la novia del mayor de ellos. Estaban muy contentos excitados por poder entrar a la discoteca. Y así fue, como me encontré en un lugar donde el promedio de edad era al menos 5 años menor al mío, donde las hormonas estaban en un grado de ebullición tal que me resultaba muy gracioso. Me reí. Pero no de ellos, me reí de mí, y de lo que alguna vez fui.
Este sentirme tan “grande” para el lugar en cuestión me llevaó a sentarme en la barra y, Campari con naranja, mediante observar a los movimientos de la población concurrente al boliche. Cabe destacar que no estaba en Villa Carlos Paz, ciudad turística por excelencia, pero en este caso era un fin de semana muy de los “locales”. Si bien esta bella ciudad a las orillas del San Roque es de un tamaño considerable, no deja de tener una lógica pueblerina, en el sentido del “todos se conocen con todos”. Era admirable ver cómo los grupos de adolescentes pasaban y se saludaban, casi todos con todos.
Y  así fue pasando la noche, de a poco me iba sintiendo más cómodo. No voy a mentir, los Campari y la buena onda de la barwoman ayudaron.  Yo sentadito en la barra de Molino Rojo era como un sociólogo haciendo un trabajo de campo en una cultura ajena.
Igualmente ya algo que me pasa en la provincia de Córdoba, el tema del “culiado”, obviamente se entona algo así como un “culiá”, lo cual lo hace muy similar a mi nombre (Julián).  Digo esto porque me la pase la noche pensando que la gente me llamaba, cosa que obviamente no sucedió.
El sueño me fue ganando, junté a los escolares y otra vez me calcé la ropa de Rodolfo, pero esta vez en camino de regreso.  Ya había pasado. No fue tan duro, voy a admitirlo, la pasé bien.

Julian Perruccio
Taller Crónica Periodística ECuNHi

miércoles, 24 de noviembre de 2010

ESPEJO

La consigna es mirarse en un espejo, detenidamente, y luego describir qué nos devuelve esa mirada atenta.

martes, 23 de noviembre de 2010

YO SOY EL QUE ME MIRA

No es fácil, después de mirarse durante cinco minutos al espejo, escribir lo que se ve de uno mismo.
Una salida rápida podría pasar por una mera descripción, destacando algunos rasgos, del tipo: “unos ojos oscuros, realzados por las cejas fuertes…” y agregando algunos toques poéticos como para darle sabor.
Pero acá estoy yo, y yo soy el que me mira, y el que me mira corre con algunas ventajas. Puede leer en mis rasgos, en mis gestos, diversos detonantes. Sabe que mi ceja levantada, y ese temblor en el párpado inferior de mi ojo derecho, responden a las uñas de Melón: un hermoso gatito de dos meses y medio que trepa por mi rodilla mientras escribo. Sabe que soy lento para escribir y que eso me molesta, por eso estoy serio. Sabe que sonrío poco porque no me gustan mis dientes y que sin estos bigotes mi sonrisa es la de un niño.
Me río de esto y por fuera de los bigotes aparecen los hoyitos delatadores. Entonces vuelvo a la expresión seria y no me la creo. Mi cara no es la de un tipo serio. Tampoco da los treinta años que tengo.
Pero ya estoy volviendo demasiado a ser yo, y no te olvides que yo soy el que me mira; ese que cree que sabe todo de mí, ese que tiene mis mismos ojos. Aunque mi ojo derecho lo tiene de su lado izquierdo, y eso es algo que él no puede ver. Una desventaja que corre de mi lado: la de no poder verme con mi ojo derecho en mi lado derecho.
Creo que me encerré…
Una segunda salida, un poco más lenta, podría ser un desdoblamiento del “yo”, como el que acabo de intentar, para no hacerme cargo de lo vueltero que soy.

Tomás Larrea
Taller Crónica Periódistica ECuNHi

lunes, 22 de noviembre de 2010

ESPEJITO, ESPEJITO

Él usa anteojos que no están del todo derechos. Sus ojos son marrones. Sus cejas son tupidas, bastante. Ojeras pronunciadas se dejan ver bajo sus .
Si nos movemos por su cara ascendentemente observamos una separación importante entre sus cejas, las tupidas, y su pelo.  Sí una gran frente que parece tener pretensiones de seguir creciendo, gracias a sus pronunciadas entradas. Su pelo corto, que no está peinado,  es color marrón (¿como los ojos? No otro marrón, más oscuro)
En forma descendiente desde los ojos encontramos su nariz. Allí está ella más ancha que larga, con un tamaño como para respetarla. No es de esas personas por las que se les puede apodar de narigón, pero es percibible   que su envergadura no es poco pequeña. Sigo bajando por su rostro, antes de la boca está ese espacio donde se encuentra  barba que todavía no llega a categoría de tal, ya que solo debe tener unos 4 o 5 días.
Tiene la boca cerrada, puedo ver que su labio inferior más grueso que el superior tiene una coloración rozada profunda.  Debajo de esta boca hay una parte del bello facial que sí parece estar adrede más largo que el anteriormente mencionado, formando un triángulo  casi equilátero en forma de chivita.
Terminando la descripción agrego que luce un aro en su oreja derecha, y su pera termina en forma redondeada.

Julián Perruccio
Taller Crónica Periodística ECuNHi

domingo, 21 de noviembre de 2010

IMAGEN EN EL ESPEJO

¿Qué ves?
Años…. ¿Soy yo?
No sé cuándo me pasó pero nunca antes tuve esta sensación y certeza del paso del tiempo.
Arrugas que no me gustan, el rostro de una mujer grande. Cuando pasó?
Tantas cosas quedan atrás y ya no vuelven, me llena de tristeza.
Qué no daría por tomar la mano del notito una vez más, su voz no la recuerdo y su imagen es borrosa pero esa sensación de protección y ternura está en mi alma.
Qué no daría por jugar con mis hijos chiquitos otra vez, abrazarlos y hacerles cosquillas.
O tener 15 años y ser el centro de una fiesta.
Parece extraño todo esto que siento, tengo una vida llena de amor, hijos y proyectos pero hoy estoy triste.

Analía Rovtar
Taller de Crónica Periodística ECuNHi

sábado, 20 de noviembre de 2010

LOS ESPEJOS DEL TIEMPO

El espejo me permitió detener mi atención en detalles en los que no suelo fijarme normalmente. Diariamente me veo en el espejo, por lo menos tres veces: a la mañana, cuando me levanto y voy al baño; a la tarde, antes de salir de casa; y a la noche, cuando me lavo los dientes y vuelvo a reencontrarme con mi reflejo. Pero ese detenerme a mirar, observar, y encima tener unos minutos para reflexionar no creo haberlo hecho. Es fantástico lo que me pasó cuando me miré y, asimismo reflexioné a partir de mi rostro.
Mi rostro tiene algunos surcos marcados por el paso del tiempo, eso lo sé, pero delante del espejo redondo de bolsillo mi piel no se veía tersa, como imaginaba que debería ser a mi edad. A los laterales de las comisuras de mis labios, cuando sonrío,  se dibujan dos canales curvos que recorren mis mejillas. “Una sonrisa entre paréntesis”, pensé cuando vi el reflejo. Una paradoja precisa, porque mi vida sería absurda sin mi sonrisa. Me gusta reír. Siempre tomé al humor como una herramienta. Muchas veces fue la solución para salir de alguna situación incomoda o difícil de resolver.
Una vez escuché a un humorista que decía que con el humor se pueden naturalizar las situaciones más trágicas; al caricaturizarlas se hace más sencillo sobrepasarlas. Creo que me pasa un poco eso. Me río mucho del ridículo, me da mucha gracia: mí ridículo. Por ejemplo: clavar la mirada en el reflejo de mis ojos, perderme en la inmensidad de mi propia pupila y distraerme con los pequeños pliegos de piel que se encuentran por debajo de mis ojos me divierte. Y fue entonces que sucedió, me dio risa pensar en la idea de tener los ojos subrayados por alguna arruga como si fuese un título. Me dio risa porque es ridículo y precipitado pensar en las arrugas. Pero por algo me había fijado.
Esa risa fue sólo un disparador, porque cuando reí se posaron, paralelas a mis cejas, cuatro líneas. Dos de cada lado, a la altura de los ojos. Las denominadas vulgarmente patas de gallo estaban sugiriendo unos ojos entre comillas. Frunciendo aun más el rostro ví que sobre mi frente quedaban renglones sin escribir. Me reí y esa risa actuó como un interruptor que encendió una especie de proyector cinematográfico en mi cabeza. Entonces comencé a imaginar como sería, o como será mi vejez, el rostro de mi vejez.
Todo lo contado transcurrió en un lapso de dos segundos. A veces creo que al  tiempo habría que buscarle otra unidad de medida, se debería medir por “vivencias sentidas” por ejemplo. Hay momentos en los que hasta los instantes son eternos, por ejemplo en esos dos segundos en los que mi reflejo se perdió unos 60 años.  Entonces, ya con 85 años sobre el espejo me noté un rostro muy literario: los renglones que sujetaban mi frente estaban escritos, no llegué a leer pero eran muchas frases; en el medio del rostro un titulo subrayado, “los ojos”; y debajo, la sonrisa. Mi eterna compañera ya no se encontraba entre paréntesis, el tiempo los había tachado con un lápiz aun más fuerte tiempo atrás dejando tachones en toda la cara.
Así fue la postal que me dejó el espejo, un viejo divertido, alegre, feliz y comprometido con sus recuerdos; Con cada uno de ellos.

Manuel Poceiro
Taller de Crónica ECuNHi

viernes, 19 de noviembre de 2010

LA EXMA

Es pleno otoño. La mañana de buenos aires parece de sábado: está semi soleada, el aire corre apenas fresco despertando en la cara y las calles están tranquilas, hay menos gente. Aunque una hora de colectivo alcanzó mis límites de sociabilidad y no logró despabilarme, algo me quita el sueño.
Estoy entrando a la ex Escuela de Mecánica de la Armada (EXMA) y es inevitable para mí pensar en los secretos, en las voces y las sombras, el terror y la tristeza que guardan las paredes de esos edificios; a pesar del silencio, teñido por el viento y el canto de los pájaros. Avanzo. El rumor del aire entre las copas de los árboles que galerían sobre una de las calles internas, el rozar de las suelas de mis zapatillas contra el asfalto, el respirar profundo de mi andar acompasado, me acompañan. Estoy sólo. Camino durante unos doscientos metros que podrían ser mil, o un millón, hasta llegar a la entrada del ECuNHi, el espacio cultural de las madres.
Antes de entrar: es inevitable para mí pensar en este silencio, teñido por el viento y el canto de los pájaros; en el hecho de estar viniendo un sábado a la mañana, y la posibilidad de asistir a un curso de relato periodístico en este espacio; a pesar de los secretos, de las voces y las sombras, del terror y la tristeza que guardan las paredes de estos edificios.

Tomás Larrea
Taller de Crónica Periodística ECuNHi

jueves, 18 de noviembre de 2010

ENTRAR AL ECuNHi

Se daba seguido, los domingos soleados íbamos a la costanera al lado de aeroparque  a ver a los aviones. Papa nos levantaba, armaba la viandita, y arrancábamos con el Fiat 147 cremita, modelo 92. El recorrido era siempre el mismo,  cantábamos o hablábamos de algo animadamente. Pero estaba siempre ese momento en el que todos nos callábamos y mi hermana o yo preguntábamos más acerca de ese lugar del que algo sabíamos. Era la única parte del recorrido que el día se nublaba, que no tenía la alegría de momentos anteriores y posteriores.
Después de 15 años tuve que entrar, nunca dejó de ser el lugar que me nublaba los días soleados. Mi respeto hacia la ESMA es enorme, respeto por la carga simbólica que contiene ese predio, el cual fue el campo de detención, tortura y exterminio por excelencia de la, por suerte, última dictadura cívico militar que sufrimos los Argentinos.
Crucé el portón de hierro,  solo quince pasos me bastaron para encontrar esas sensaciones que me invadieron desde pequeño, en parte porque los arboles me taparon el sol del día hermoso que hacía. Pero también el silencio, esa ciudad que andaba bulliciosa a mis espaldas se apagó, quedé solo  caminando pausadamente por las calles en aquel lugar que me pareció, de principio, tenebroso.
Cada paso que daba, más emociones me recorrían. Ver los edificios con sus amplias aberturas, me llevaron a recorrer historia que alguna vez  tuve la posibilidad de leer, en el Nunca Más y otros escritos. Por mi cabeza pasaban gritos, ruidos de coches, voces de mandos militares, ráfaga de tiros de metralla, pisadas de botas. Pensamientos en tonos sepia, terroríficos.
Sin darme cuenta llegué, y allí estaba el estandarte con el característico pañuelo de las madres, el cual carga con miles de significaciones, de lucha inquebrantable, de paz, de amor. De repente el tono sepia desapareció, el sol volvió a salir, ahora escuchaba los pájaros. Me di cuenta que una batalla mas estábamos ganando, la batalla de los símbolos.

Julián Perruccio
Taller Crónica Periodística ECuNHi

miércoles, 17 de noviembre de 2010

MI INGRESO AL ECuNHi

Sabía que había elegido ese lugar, que no era una casualidad la que me había llevado hasta allí. El sol salió esa mañana, pero al llegar a la urbe porteña el clima había cambiado, el día se puso gris, ventoso, las hojas caídas de los árboles, signos del otoño, se envolvían en remolinos elevándose en el aire.      
Distraída por las peripecias llevadas a cabo para llegar a destino, sin advertir que me acercaba, me encontré invadida por una sensación de vacío en el estómago, unas cuadras antes. Una vez en la puerta de entrada, me detuve ante la inmensidad del edificio. Para ingresar tuve que empujar con las manos una pesada puerta de rejas, color negra. Al  primer lugar que se dirigieron mis ojos fue al cielo, que estaba casi tapado por las copas de los árboles, que se entrelazaban, como unidos, formando un techo, lo que me hizo imaginar, por un segundo, que no debería filtrar el sol por allí.
Percibí  mucho silencio y caminé por ese sendero, mirando esa especie de casa que se dispone a lo largo de él. Mientras en mi mente se cruzaban imágenes, incesantemente, de distintas personas que habrían pisado ese mismo suelo, en tan distintas circunstancias. Las  sensaciones se volvían indescriptibles, producto de su intensidad. Las emociones parecían confundirse. Los metros del sendero no eran tantos y sin embargo los pensamientos se multiplicaban. De  esta forma, he intentando describir mi primer ingreso al ECuNHi. El primero, de otros que se sucedieron, distintos todos, ya que cada vez que cruzo esa pesada reja, nunca, pero nunca, lo hago de la misma manera.
Eliana Expósito
Taller de Crónica Periodística ECuNHi

sábado, 13 de noviembre de 2010

DESCRIPCIÓN DE UNA EMOCIÓN SIN EXPLICITARLA

Pasé la puerta y entre…
Mi respiración surgía entrecortada. Los músculos de las piernas se tensaban. Venían recuerdos en tropel, ausencias…sufrimientos, silencios, pausas oscuras, dolor…., dolor….
El cuerpo es memorioso, guarda en sus recovecos, jirones de historias pasadas.
Y surge lo cruento y la reparación.
El dolor y la esperanza.
Surge la transformación, como en una alquimia donde la ignorancia y la muerte se transforman en compartir la reconstrucción de nuestra dignidad.
Reparación….

Blanca N. Lema
Taller Crónica Periodística ECuNHi