jueves, 14 de octubre de 2010

ASFALTO Y BARRO

Una hora de viaje hasta la otra punta de la ciudad, colectivo, subte y otro colectivo. En la misma ciudad, el lugar me queda lejos.
Hace frío y cuando te bajas del colectivo hay poco lugar donde repararse del viento.
Una línea de asfalto que pisás y se mezcla con el barro y el agua que llega desde otras calles que se atraviesan. Varias calles húmedas que cruzar para llegar.
A los lados casitas, casillas, no sé muy bien qué nombre darle a esas viviendas tan precarias en donde muchos comparten el mismo lugar, allí el balcón es casi una utopía.
Es una gran extensión de viviendas. En algunos sectores hay calles bien delimitadas, que a medida que avanzás se diluyen y se convierten en tierra y agua, barro.
Ahí, al costado, unas vías del tren de cargas, que cada tanto hace temblar todo a su paso.
Al lado de otras viviendas, parece una más a primera vista, con rejas en la puerta y ventana. En sus paredes se marcan hendijas y un tapiz de Boca que sobresale entre ellas. Cuando pasas el umbral, con restos de mermelada del desayuno, se extiende una gran mesa que es compartida por muchos que concurren al lugar. Unas 300 raciones de comida se sirven diariamente para los vecinos, que nada saben de lo refinado.
-Acá recibimos en su mayoría a las mamas y sus hijos y ayudamos a dar de comer para los que necesitan, dice Isabel acompañando un suspiro.

Vivián Palmbaum
Taller de Crónica Periodística
ECuNHi 2010

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